sábado, 8 de febrero de 2014

Un buen regalo: la mejor receta de croquetas.


Hace un tiempo estuve visitando a unas empresas de hostelería, a las cuales les cedí unas recetas para las jornadas de la Tapa de mi ciudad. Después de probar varias de aquellas tapas, y darles el visto bueno (o malo); me deje para el final una cafetería a la cual le había cedido una muy especial: Hamburguesa de Atascaburras (ajo mortero o ajo arriero) con salsa de queso manchego, y bacón confitado con miel en el horno.

Tras probarlo y darle el visto bueno (por cierto, la más parecida a la mía, de todas las distintas tapas que cedí), me puse a hablar con la cocinera que dirige esa cocina. Con esta mujer ya tenía cierta amistad, ya que durante un tiempo trabajaba de Jefe de Cocina de una de las empresas del dueño, acabe coincidiendo con ella durante algún tiempo. Entre toda esa amena y distendida conversación, ella me dice: “¿te acuerdas de aquella receta de croquetas que me enseñarte? Pues la estoy haciendo también aquí, y son un éxito, mucha gente dice que vienen solamente por ellas…”.

Ya finalizando el día, como cualquier persona que termina su jornada, y que relaja el cuerpo, y la mente; empiezas a analizar todo lo ocurrido a lo largo del día y… de repente en mi cabeza esa frase. Y como no, para un “mente inquieta” como soy yo, empecé a pensar: como son las cosas de curiosas, me voy a probar una tapa muy actual, y acabamos hablando de que las tradicionales croquetas de toda la vida, es la tapa más importante de esta empresa.
Es fantástico que los restauradores apuesten por la gastronomía actual, ya que así es la única posibilidad de ofrecer productos que nadie más ofrece; y también creo en los que apuestan por la opción más tradicional, en este caso por ofrecer un producto que el cliente ya reconoce, por lo que es más fácil atraer más clientela.

Dicho de esta manera, parece que lo fácil sería apostar por la más tradicional, pero muchos empresarios de este tipo de gastronomía, no comprenden cual es su punto débil.
Al ser el producto más conocido, entrara más gente al local, pero lo importante no es que media ciudad haya comido alguna vez allí; sino la gente que estaría dispuesta a volver otra vez. Cuando se ofrecen (por ejemplo) chorizos y morcillas, para conseguir que el cliente quiera volver, uno debe de tener en cuenta que debe de competir contra los chorizos y morcillas del pueblo “natal/materno/paterno” del cliente. O bien, si se quiere ofrecer un plato de lentejas, no podemos olvidarnos tampoco, que se debe de competir contra las deliciosas lentejas que nuestro cliente comía en casa de su “abuela/madre/suegra”.

Yo personalmente, soy fan de las croquetas. He probado varias, de miles de formas, sabores, texturas,… y NUNCA me he comido una casera, que no me haya gustado; pero NUNCA me he comido ninguna croqueta buena en un restaurante/bar. Tan es así, que ya llevo varios años sin pedirme alguna. Eso si, como un verdadero fan de las croquetas, dedique mucho tiempo a encontrar la receta para la mejor croqueta del mundo; y para mi gusto, creo que la receta ganadora, la descubrir en la misma época en la que coincidí con esta cocinera.



Puesto que ya estoy cansado de que un plato tan delicioso, he decidió hacerle un regalo a estos empresarios que están convirtiendo las croquetas en autenticas bazofias; un buen regalo: la mejor receta de croquetas del mundo. Si no es la mejor del mundo, por lo menos es la mejor que un fan de las croquetas como yo, haya probado.

La proporción de la masa es (medida hostelería):
-         mantequilla… 1 Kg.
-         leche………... 6 L.
-         harina………. 1 Kg.

Con estas medidas, y unos puntos también muy importantes, se obtiene una masa con la dureza justa para poder trabajarlas con la mano, pero que sin embargo se vuelven cremosas una vez fritas, y con un sabor espectacular (como bien he dicho, siempre que se hagan bien los siguientes puntos:

-         La mantequilla se debe de fundir a fuego muy, muy, muy lento; lo importante es que no se “corte”, es decir, que no se separe la grasa del suero. Es la única manera de conseguir una masa cremosa en caliente, pero fácil de trabajar en frío; pero para eso la grasa debe ser una buena mantequilla, y bien manipulada.
-         Cuando la grasa ya tiene textura de crema, se añade el relleno principal: jamón, bacalao, setas,… Lo ideal es añadirla a ojo, aproximadamente hasta que cubra la mantequilla; esto es así, ya que dependiendo de la época del año, o la marca, las grasas de origen animal no tiene la misma calidad, y no se evapora igual siempre. Para los pocos valientes, las cantidades rondan sobre 1 y 1,5 Kg.; pero haciéndolo a ojo, se podrá hacer con miles de ingredientes distintos.
-         Otra cosa muy importante es confitar el ingrediente principal, en la grasa, a muy poca potencia. Si bajamos el fuego, y subimos el tiempo de cocción, conseguiremos aromatizar la grasa, por lo que al morder la croqueta, el sabor estará garantizado independientemente de la cantidad de “tropezones” de ese bocado.
-         Al igual que se aromatiza la grasa, la leche debe de infusionarse  con las especias: sal, pimienta negra y nuez moscada. Es importante (en cualquier elaboración) que especias como la pimienta, no este en contacto directo con el calor o la grasa, ya que amargaría; sin embargo, la especia cocida (como pasa con el laurel) conserva un sabor potente y agradable. Con grasa y leche aromatizada, es casi imposible fallar
-         Al añadir la harina a la mezcla de grasa e ingrediente, es importante que la harina se tueste bien (como todos saben), por lo que aquí suelo subir a fuego medio. Y cuando añado la leche (fuego alto los primeros minutos, y otra vez medio), lo mejor poco a poco, así es más fácil integrarlo.
-         Por último: la masa esta terminada solo cuando empieza a cortarse la masa, es decir, asoma la grasa en la parte de arriba. Es muy pesado y duro dar vueltas a la masa, pero merece la pena esperar hasta ese punto.

Espero que con este regalo, consiga devolver a las croquetas el prestigio que merece esta deliciosa elaboración, base de nuestra alimentación, a pesar de ser un producto realizado con sobras.